miércoles, 27 de agosto de 2014

¡Dejémoslos ser perros!





La vida en la ciudad y el desarrollo urbanístico en nuestras provincias y cantones ha generado cambios en la convivencia con nuestros perros, estos se han convertido en un miembro más de muchas familias. Por eso es necesario adquirir para la sana convivencia en la sociedad, buenas bases educativas, de higiene, de responsabilidad, y de salud pública.
Esto con respecto al bienestar humano. Pero ¿Qué hay del bienestar físico y mental de los perros?

También esa convivencia urbana ha generado serios problemas a nuestros perros, que pasaron de ser compañeros de campo, aliados en el trabajo y la cacería, guardianes de nuestras propiedades, a ser algo más que peluches, algo más que un elemento de ornamento, y en muchos casos hasta un objeto de lujo y de presunción de clase.
Hemos olvidado, o mucha gente quiere olvidarse a la fuerza, de que esos compañeros peludos son una especie que tiene sus propias necesidades y que son muy diferentes a las nuestras.
Para empezar, si tenemos un compañero canino debemos saber que, independientemente de su raza, necesita ejercicio físico y mental, necesita salir en un paseo estructurado, necesita reglas y límites para convivir en casa, y sobre todo: Necesita ser perro.
No hay excusas, ninguna válida, para que no cumplamos todo lo anteriormente citado.
Constantemente nos encontramos con perros con serios problemas de comportamiento, inseguridad, fobias, ausencia de socialización, agresión, incapacidad para interactuar con otros de su especie, etc. Y todos estos problemas, entre otras causas, tienen su origen en la humanización que hemos hecho de nuestros leales amigos caninos.
¿Cuántas veces hemos escuchado expresiones refiriéndose a los perros como: “Él es mi hijo de cuatro patas”, “mi bebé”, “soy una mamá realizada” y otras más por el estilo? ¿Les hemos preguntado a los perros si ellos se sienten cómodos con esas definiciones? ¿Realmente necesitan los perros que les compren vestidos, gorras, y anteojos?

¿Qué buscamos al humanizar a un perro? ¿Estamos consientes del daño psicológico que le hacemos a nuestros peludos amigos?
Poco a poco les hemos quitado a nuestros perros el derecho ontológico a ser, la necesidad de ser ellos mismos, hemos irrespetado a su especie queriendo que cada día más se parezcan a nosotros. Desde nuestra muy arraigada visión antropocéntrica creemos que somos una especie digna de mimetización…
Y no quisiera meterme en campos de la psicología humana que no me corresponden, pero ¿Por qué lo hacemos? ¿Estamos tratando de llenar las carencias afectivas del perro o de nuestro propio ego? ¿Buscamos la felicidad de nuestro perro o la nuestra? ¿Será que también nuestro perro cubre las necesidades de nuestro ego al ser alguien que nos necesita y nunca se resiste a nuestro cariño? Posiblemente. Y probablemente en nuestra época posmoderna hayamos cambiado las funciones del perro en beneficio del ser humano a otras más psicológicas. Quizá buscamos en nuestro perro cubrir la necesidad de dar afecto a otro ser… Son preguntas para algún estudio psicológico y científico que alguien debería realizar, quizá un buen tema para una tesis, ahí les dejamos a los profesionales en el campo la inquietud.

La pregunta es si realmente estamos conscientes de lo que le estamos haciendo a nuestros perros… Si observamos con atención, nos daremos cuenta de que los perros que viven en el campo, en áreas grandes, donde son perros y no hijos, esos canes raramente tienen problemas de comportamiento, perros que no le tienen miedo a convivir con más animales, que no viven temblando las 24 horas, perros seguros de sí mismos, confiados, en armonía… ciertamente quizá no tan bien cuidados físicamente como sus primos de la ciudad, pero mentalmente saludables, y probablemente, mucho más felices. ¿Por qué entonces no podemos hacer un equilibrio entre el bienestar físico y mental de nuestros perros?

Estamos seguros de que la gente que humaniza a sus peludos amigos no lo hace con malas intenciones. De hecho lo hacen con las mejores intenciones y tratando de ser buenos “padres”, pero como dice el viejo refrán: “El camino al infierno está hecho de buenas intenciones.” 

Es hasta paradójico que en las últimas multitudinarias marchas contra el maltrato animal, a esas horas cercanas al medio día, sea donde más perros se vean con vestidos, bufandas, perros en brazos cobijados cual recién nacidos, y en cochecitos de bebé con sombreros… ¿Acaso no es maltrato animal tratar a una especie como si fuera otra? ¿No les parece una falta de respeto a la madre naturaleza?

Es verdad que la simbiosis entre el ser humano y el perro es maravillosa, quizá hasta nos haya ayudado a nosotros como especie a evolucionar a lo que ahora somos, y es cierto que por ello nuestro amor a los perros es grande y hasta los hemos elevado al rango de “nuestros mejores amigos”, porque sin duda durante cerca de 15 000 años lo han sido… Pero entonces, ¿Por qué no empezamos a expresarles nuestro agradecimiento y amor respetándolos como especie, respetándolos por lo que son?

¿Por qué insistimos en tratarlos como lobos algunas veces y en otras como bebés humanos?

Hay que tenerlo claro, y así empezaremos a que nuestra relación sea de respeto mutuo y agradecimiento, ellos no son ni lobos, ni son bebés humanos. Son perros, canis lupus familiaris… Y los hemos llegado a amar durante muchos periodos de nuestra evolución por ser lo que son: perros.  

Es hora de empezar a agradecer a la naturaleza la maravillosa y perfecta simbiosis con los perros de la que nos ha hecho partícipes.

Tratemos a nuestros perritos por lo que son, y tratarlos como perros no significa de ningún modo tratarlos mal, todo lo contrario, significa respetarlos y amarlos por sus características maravillosas que la naturaleza les ha dado, por su lealtad insuperable, por su ternura, por su valor, por su capacidad para trabajar, por su desbordante deseo de complacernos.

Eduquémoslos, amémoslos, démosles un trabajo donde se sientan realizados y dignos, pero sobre todo, dejémoslos ser perros, es lo mejor que saben hacer.



Alejandro Cordero.
EDUCANES.

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